jueves, 5 de marzo de 2009

Love story

"Me iré no sin antes pedirte tres cosas. Un abrazo, un beso y una sonrisa".

Suspiró y se levantó para dirigirse hacia ella. Abrió sus brazos y ella se acercó para ser rodeada por la espalda mientras con sus delicados brazos abrazaba su cuello y enterraba su rostro en su pecho. Sintió la calidez que iba a abandonar para siempre en tan pocos momentos y se aferró más, como si de eso dependiese su vida.

Dejó de abrazarla y mientras ella aún seguía con los ojos cerrados de ensoñación, tomó su hermoso rostro con las manos y reclinándose un poco la besó. Ahí sintió algo y la duda invadió todo su cuerpo, ¿Estaba haciendo lo correcto...? ¿Era eso lo que él en verdad quería?

Ella fue la que rompió el beso y se alejó de él para tomar un bolso con sus cosas.

La observó.

Aquellos segundos en que se demoró para tomarlo, sintió que otra eternidad como la que había vivido con ella se iba. Tembló y empezó a sentir lo peor, que este era el peor error de su vida aunque no debería ser así.

Volteó a verlo y él cambió su semblante para darle la última condición; su sonrisa.

Sonrió como a ella le gustaba, su sonrisa despreocupada de siempre, la sonrisa de la cual ella se había enamorado y de la cual ella bien sabía no podía prescindir y moriría en algún momento como flor sin agua. Observó la sonrisa que tanto amaba y sintió que se partía en varios pedazos.


"Hasta nunca" Susurró y pasó lo que él jamás imaginó.


La vio llorar. Seiscientos años juntos en los cuales él lloró amargamente y ella estuvo a su lado abrazándole fuertemente, haciéndole sentir que jamás estaría solo. Seiscientos años juntos donde aprendió tanto sobre el ser humano gracias a ella. Seiscientos años juntos donde el lazo que los unía desde mucho antes de que se conocieran se reforzara.

Seiscientos años juntos que se romperían por un simple capricho humano.

Le sonrió mientras las pequeñas gotas caían por sus mejillas y tras abrir la puerta de la habitación e irse, el silencio reinó.

No pudo hacer nada para detenerla. Por más que quería internamente, no pudo.

Después de todo, él también era humano.

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